El lema de esta publicación es «los locos somos invencibles», y la cabeza visible de esta pandilla de locos soy yo, así que debo de ser la más loca de todos ellos.
No sé si la más loca, pero la más valiente puede que sí, que los valientes no lo somos porque no tengamos miedo como el que más, sino porque de él sacamos el valor para hacer cosas. El miedo, en mi caso, no me atenaza, sino que me espolea. Es un aliciente más. La adrenalina necesaria para la creatividad.
Como loca que soy, me atrevo a soñar con entrevistas a personas a las que admiro. Por eso, en este número dedicado a las musas personales, he recopilado todo el valor que tengo y me he atrevido a pedirle una entrevista a las gran Maruja Torres, porque para mí más que una musa es una heroína personal, la diversión, la alegría, el agudo ingenio y la inspiración. Así que, como se dice vulgarmente, le he echado huevos… ¡Y HA DICHO SÍ!. Y aquí estoy, que aún ni me lo creo…
¿Estás contenta hoy, Maruja? Porque yo estoy súper contenta. Me pone de muy buen humor saber que estoy charlando contigo, aunque sea en diferido. ¿A ti qué cosas te ponen especialmente contenta?
A estas alturas del partido, eso que se dice tanto pero que es tan cierto: la salud razonablemente buena me pone de buen humor. Palparme por la mañana, esto duele menos que ayer, etc. De ahí p’alante, poner la mente en funcionamiento. Hacer planes. Y contar con gente. Gente de siempre o gente nueva, de la que trae su interrogante entre los brazos. Me pone de buen humor leer las noticias y comprobar que sigo de mala leche. Porque lo último es resignarse. Ah, y estar escribiendo mientras desayuno en la cama, café doble en la mesilla y el balcón delante, con sol y flores. Escribir tumbada es una habilidad que desarrollé la útima vez que se me escoñó la espalda -nada grave- y le he cogido vicio.
Ya me imagino que eres ávida lectora de prensa, son las costumbres que arrastramos, para bien o para mal, pero ¿lees revistas femeninas? ¿Qué opinión te merecen, así en general?
Voy a las revistas femeninas tradicionales cuando necesito algo en concreto: mirar un vestido que nunca me compraré o cotillear sobre cómo tiene la casa alguien a quien nunca le dirigiría la palabra. Algunos reportajes, algunos artículos. Hay gente que escribe muy bien, especialistas muy concienzud@s. Pero paso del rollo “Mujer, supérate a ti misma” en versión cuché. El cuché, por otra parte, que es su mayor aliciente, es también su peor enemigo: pesan un huevo de elefante con el Rey y su escopeta encima. Por otra parte, confieso que, en las grandes ocasiones, no me pierdo el Hola, que ha entendido mejor que nadie la estética esperpéntica rollo Porcelanosa del neofranquismo imperante.
¿Sabes que en Antonia me niego a que se hable de dietas de adelgazamiento o cremas con un precio por encima de lo que se pueda permitir una trabajadora normal? Soy una temeraria, lo sé… y moriré pobre, me temo.
Bueno, bienvenida al club. Cada vez somos más, espero, quienes anteponemos el derecho a hacer lo que nos pasa por allí y a plantar cara, a los estándares publicitarios o de la vida en general. Yo, en mi Face, elimino por sistema los anuncios de dietas y de estética.
Conoces Antonia porque te seguimos en Facebook y en Twitter. Somos tan underground que si me dices ahora que sí que nos leías me da un infarto. ¿Qué opinas de nosotras? ¿No estamos un poco locas por darle la espalda -el culo es sólo para ocasiones especiales- a todo el establishment de las revistas al uso?
Locas no, sensatísimas, porque sois el futuro. Yo me enganché a Antonia cuando descubrí aquel gran trabajo sobre tíos de los que solo verlos te puedes fiar de que lleguen hasta el fondo, tenía un título saladísimo que, ahora, ni que me mataran, retengo. Pero me parece recordar que me hiciste picar poniéndome un Michael Fassbender muy bustoso en mi muro Face. Por cierto, muy bien lo de Josie de este mes. Soy una fan, como no podría resultar de otra manera
No sé qué me ha gustado más, si tu salida de El País, del «armario» en Twitter, que te unas a Mongolia o las bragas que te has comprado con los rendimientos de tu «inversión» en Prisa. Llevas unos mesecitos de no parar de dar lecciones ¿no? (iba a decir bofetadas, pero eso no es de señoras elegantes como nosotras). Desde luego a mí me has dado más de una alegría. Eres una gran «Antonia».
Yo creo que sí, francamente, que merezco estar entre el Antoniaje o Antoniarado, aunque sea a título honorario. Ocurre que, como he dicho siempre, una no tiene el coño para ruidos. Ni siquiera para rulos.
Me voy a poner un pelín seria, porque este tema, además de ponerme negra, me preocupa mucho. ¿Que sientes al comprobar que han vuelto la Censura, los curas metiendo mano en todas partes y el clasismo más aberrante? Yo soy cuarentona, y tengo edad suficiente para acordarme de cuándo se murió Paquita La Culona (aka Franco), y para recordar también cómo mis hermanos mayores trabajaban 10 horas diarias, alguno desde los 15 años, sábados incluidos, por 4 duros (que entonces había duros). Me parece todo un déjà vu y que si no nos rebelamos vamos a estar otra vez igual.
Sí querida, es un déjà vu y un déjà supporté que hasta el sacro me tienen, pero es que, en realidad, nunca se marcharon. Durante un rato nos dejaron entrar en su fiesta. Una cosa es irreversible en España, y lo demuestra nuestra historia: cuando crees que has retrocedido, todavía retrocedes más. El problema es que la gente en general, los amenazados clasemediavivientes, todavía están en estado de shock. Como no despierten pronto, el tránsito al no ser ni siquiera van a notarlo, de puro anestesismo epidural de cintura para arriba.
Bueno, «vamos a estar» digo alegremente, como si esto fuera cosa del futuro. Conociendo el medio editorial desde dentro, he podido comprobar cómo hay chicas que trabajan de becarias y de ayudantes de moda o de redacción en revistas, por 200 euros al mes. Eso las que cobran algo, que algunas ni eso. Y no te quejes, porque entonces «no quieres prosperar ni crecer como profesional» y no sirves para esto. Tócate los cojones, mariloli… ¿Hemos vuelto al esclavismo encubierto como ambición profesional?
Ni siquiera encubierto. Es un mundo muy cruel para los jóvenes y los mayores. Las empresas solo se portan bien con los capataces que chasquean el látigo y mantienen a los remeros de Ben-Hur bien amarraditos. Hay jefes intermedios que merecen una cuadriga (por encima). Y como les hicieran seriamente una inspección los de Trabajo… A veces, ello ocurre, y entonces sacan en volandas al pobre becario a la puta calle, sin chaqueta y en pleno invierno, hasta que se vaya el inspector.
Me da mucho miedo comprobar que, desde pequeñitos, les estamos inculcando a los chavales dos valores muy cabrones: la competencia feroz y el servilismo hacia la figura que está por encima de ti en el escalafón profesional, pero no por admiración, sino por medrar. Luego nos quejamos del tipo de sociedad que tenemos, pero nadie quiere un hijo profesor o fontanero sin más, lo quiere notario, y dueño del despacho de la notaría; ingeniero, pero jefe del estudio; economista, pero director de un banco… Los queremos trepas antes que felices. Y a los que aspiramos a otra vida para ellos nos llaman rojos de mierda. ¿Tú cómo lo ves?
Yo creo que esta filosofía (por llamarla algo) de la competitividad y el triunfo se inició entre nosotros a mediados de los 80, cuando la Izquierda Caviar de Felipe González empezó a imponer su visión menos que cero socialdemócrata; cuando el V Centenario -y los JJOO-, durante aquellos años de preparación de los eventos, se nos fue la olla totalmente. Por entonces yo tenía fama de cenizo porque siempre que venía a España un periodista extranjero para que hablara del “milagro español”, le dejaba muy compungido al pobre. La crisis del 93 me dio la razón. En adelante hemos ido de triunfo en triunfo hasta la penúltima derrota, que es ésta, antes de empeorar. Es urgente empezar a cambiar esa mentalidad, y creo que, en este sentido, hay movimientos. Pero se necesita oleaje fuerte y continuado. De lo contrario, el barco de los locos sigue a flote.
Esto, en mi modesta opinión, está creando una sociedad de individuos sin vocación real por lo que hacen. Es algo así como la venganza de los ineptos, gente sin talento que entorpece y anula el talento de los demás para convertirnos a todos en masa gris… ¿Están ganando la batalla los mediocres? ¿Las empresas gobernadas por mediocres?
Siempre ganan los mediocres, no te engañes. Lo que ocurre es que hay épocas en que todos los mediocres de todas partes del mundo parecen haberse puesto de acuerdo, como lo demuestra el hecho de que no hay lugar a donde irse para sentirse a salvo de la manada, como no sea el exilio interior, que yo prefiero dejarlo para más adelante, francamente.
Siguiendo con el tema de los mediocres o «los capitanes tontos», como te he escuchado llamarles en alguna ocasión, ¿es cierto que en El País te propusieron sacarte de opinión para ponerte a hacer otra cosa? Me mata la curiosidad ¿llegaste a saber dónde te querían llevar? No te veo yo editando el horóscopo o entrevistando a egobloggers… Es, como dice otra gran Antonia, Maitena, «enamorarse del Che Guevara y pedirle que se afeite la barba». ¿En serio pensaban que te ibas a doblegar?
Ahí el Químico (me niego a llamar periodista a ese director; tiene esa carrera, por lo tanto no ofendo: defino) se equivocó. Podía haberme liquidado como a los del ERE, e-mail mediante, pero pensó que yo iba a pactar, que no me arriesgaría a ponerme a PRISA en contra, a mi edad y necesitando que reseñen mis libros. Y a mi edad, precisamente, es cuando se disfruta más de la libertad de decisión y menos se necesita para vivir con coherente decencia. Pobre hombre, se podía haber ahorrado el mal rato. No tengo ni idea de qué quería proponerme -ni él tampoco, me parece-, pero tal cómo va la deriva igual me destinaba a marquetería y soplado de vidrios.
La prensa, las editoriales, han pasado a ser una gran maquinaria de carne picada, con informaciones similares, presentadas de manera casi idéntica, a un coste lo más bajo posible y con una calidad en muchos casos deficitaria. Y nos quejamos de que se está yendo al carajo la prensa y el medio editorial. ¿No es un poco «así te ves por tu mala cabeza»?
Un colega joven me decía hace poco: “Quizá hemos bajado demasiado el niel de exigencia”. Mi respuesta: “No tenéis ni idea de cómo lo habéis bajado”. Pero los responsables son las empresas y su capataces, insisto.
Cada época tiene sus métodos de escapar a la presión y la censura. La nuestra, ahora, es internet. Y gracias, porque hay muchos sitios donde la censura machaca esta posibilidad de escape. Hay muchos profesionales de la vieja escuela que se han negado a utilizarlas, y cuando se han querido dar cuenta se les ha escapado el carro. ¿Lo tuyo con la red ha sido amor a primera vista o te ha tenido que cortejar poco a poco, como los novios de antes?
Bien, yo al principio como que me daba miedo. Cuando Javier Espinosa, corresponsal de El Mundo en Oriente Medio, me dijo en Beirut que “Lo que ahora hay que hacer es meterse en Facebook”, me quedé horrorizada. ¡Mi intimidad!, grité. Pero luego le estuve dando vueltas, y me enrollé. Al regresar a Barcelona ya estaba convencida de que quería tener un blog, pese a mis furiosas y primerizas declaraciones contrarias… Y oponía resistencia a Twitter… Es el miedo al vacío. Temes lanzarte a lo que no conoces, pero de pronto resulta que está lleno de estrellas. La inmediatez es lo más fascinante de Internet.
Hablando de novios: ¡qué maravilla que colabores con Mongolia! Reconozco que al principio me costó pillarles el punto, pero no porque no estuviera bien hecha o no tuviera gracia, sino porque no soy un público fácil, vamos, que soy bastante cabrona. Pero ahora me parecen lo único razonable y en lo único que me gasto la pasta en el quiosco. ¿Cómo te han acogido estos valientes?
Yo en cuanto salió me enamoré de Mongolia, y así lo expresé en las páginas de El País. Nos hicimos conocidos coincidentes, y cuando salí del armario en Twitter para contar lo de El País fueron ellos, a través de mi querido Edu Galán, quienes empezaron a RT y a asegurar que no era un fake. Ese mismo día me citaron para comer en el Círculo de Bellas Artes, en donde estaban haciendo un seminario. Me añadí a la peña con entera naturalidad, y soy muy feliz con ellos. Tienen una energía, un ingenio y una integridad notables. Les siento como pelí herederos de aquella Maruja de los 70 que hacía seriamente el ganso, primero en El Papus y luego en Por Favor. Aparte de que, haciendo bolos, lo pasamos de miedo.
Cuando te pregunté si podía hacerte una entrevista para este número, dedicado a nuestras musas personales, te dije que no te iba a mentir, que aún siendo una de las principales, no eras la única. Confieso que mi primera opción, ya puestos a desear, era tu amigo del alma, Terenci Moix. Hubiera vivido encantado esta época de hiperconexión y redes y Twitter, ¿no crees?. A mí me parece que hubiera sido una gran Antonia.
Oh sí. Era un fanático de lo que hasta entonces teníamos, tecnológicamente hablando. Estaba preparando una web suya que iba a ser como una pirámide: una cámara dentro de otra cámara, etc., con todas sus predilecciones. Pero el pequeño Faraón del carrer Ponent murió demasiado pronto.
No es fácil reinventarse, y tú lo haces, según tengo entendido, cada 7 años. Hay que quemar las naves para empezar de nuevo. No es nada fácil, no. ¿Nos espera una nueva Maruja, más alegre, más vital, renovada? Yo te veo más liberada, más feliz, con más ganas… y más guapa, ¡qué coño!
Yo creo que para 70 años estoy de puta madre, si no entramos en detalles ni pedimos tetas como botellas de Larios, que diríais vosotras. Pero me siento estilosa y, sobre todo, libre. Libre como nunca me he sentido, y mira que yo he sido libre a chorros.
Muchas gracias, Maruja, por dedicarme un cachito de tu tiempo. Me siento profundamente honrada de que hayas aceptado que te entreviste. Me has hecho feliz. Gracias.
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Foto: Derby Hotels