LEER
Cuando el camarero del Bar Claridge me pregunta si quiero el whisky servido en un vaso highball o prefiero un old-fashioned, me limito a decir “en uno ancho, con poco hielo, por favor”. Y, aunque me mira como si su duda no hubiera sido aclarada, asiente, solícito, bajando la barbilla y ocultando su pajarita de cuadros por un instante. Se da media vuelta con una elegancia soberana y regresa a la barra. Todas las mesas están decoradas con magníficos jarrones de cristal soplado que reposan sobre tapetes de cuero brillante color vino rematados con hilo de plata. Es la única concesión navideña al adorno.