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Llega un momento en la vida en el que tu almohada deja de ser una estación de paso. Prefieres dormir sola a no pegar ojo acompañada por ronquidos ajenos. Además, el pelo de ciertos tíos es pelín grasiento; el de otros, con tendencia a la caída; de modo que evitarlos resulta un triunfo cuando, al sacar las sábanas de la lavadora, descubres que siguen blancas, inmaculadas, y sin un solo cabello atrapado en el bordado.