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Cuando personas de solvencia más que contrastada me recomendaron “Modern Family”, comencé a verla con la misma ilusión que un adolescente afronta la primera vez que se compra una revista porno y se va al servicio con ella para desollarse el nabo a base de alivios manuales. Porque sí, las fuentes que me recomendaron esta serie eran de toda confianza y de reconocido prestigio.