Abro los ojos, me siento aturdida, el zumbido en los oídos, la vista nublada, cierta desorientación. Ante mí, paredes blancas. Una puerta cerrada. Sombras a mi alrededor. Y las sombras se tornan personas, algunas sonrientes, otras como si estuviesen en un funeral. En mi funeral. Una chica de pelo rojizo y ondulado, con un cabestrillo en el brazo, se acerca a mí. Habla pero no la oigo. Tampoco oigo lo que dicen los demás.
robbie darko
Soy Lo Peor – CAPÍTULO 7
El afamado psiquiatra estaba desconsolado, su mascota había huído en un descuido. Había dejado la puerta abierta y había corrido calle abajo, abandonando a aquel que la alimentaba, a aquel que la educaba, la acariciaba cuando merecía un refuerzo positivo y castigaba cuando se portaba mal. Miró por la ventanilla, en algún lugar, bajo la infinita masa de nubes, estaba su mascota, perdida, sin rumbo, quizás queriendo regresar a casa sin saber muy bien el camino de vuelta. La azafata le preguntó si quería algo de beber.
Soy Lo Peor – CAPÍTULO 4
Cuando tenía siete años, hicieron una exposición de máscaras de carnaval en mi colegio. Cada una de las alumnas habíamos hecho una usando papel de periódico, cola y témperas. Las más originales habían espolvoreado purpurina sobre las suyas, otras habían añadido plumas de pájaros exóticos, trozos de espejo o cuentas de colores. Tenían narices rectas y facciones amables porque las modelos habían sido las madres, siempre dispuestas a colaborar en ese tipo de eventos.
Soy Lo Peor – CAPÍTULO 3
¿Recordáis que me fui de España huyendo de mi aburrida y mediocre vida? Porque estaba ya harta de ser la fea de la oficina, la novia del socio honorífico de «Salvemos la chinchilla» y sobre todo, de ser la mala de la historia, la que no era capaz de sentir compasión ni por los rumanos ni por la pija de la ex-novia de Arturo, que supuestamente tenía cáncer.