Después de varios intentos de sentar la cabeza con buenos hombres que ofrecían una aparente seguridad, comentaba yo una buena mañana de otoño con mi amiga Priscilla que me apetecía uno de esos amores (o amantes) que te funde, te revoluciona y revuelve todo tu ser y tu entorno… et voilá. Moraleja: Cuidado con lo que deseas. Puede hacerse realidad y normalmente no leemos la letra pequeña.
Mi amante casado reapareció con toda la fuerza de las segundas partes, que huelga decir que nunca fueron buenas (ahora me reitero). También se dice que no hay dos sin tres y que a la 3ª va la vencida, pero a tenor de los acontecimientos que ahora relataré, lo dudo. También huelga decir que no es plato de gusto para casi ninguna mujer ser el 2º, pero estas cosas pasan, y cual María Magdalena me erijo en el célebre “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (aunque yo en este campo por desgracia, podría restaurar el Partenón a golpe de pedrada…).
Me pase todo el día siguiente a nuestro reencuentro con una resaca de campeonato como un zorrón por la casa en bragas, sujetador, con una bata de seda negra y el rímel corrido. Como una madame. Completamente enajenada (de ahí lo de “loca del coño”). Es lo que tienen los amantes (no amores) imposibles que te vuelven del revés. Los días sucesivos me los pasé contenta y feliz tarareando cancioncillas varias. Que si “Una noche sin ti” de Burning, que si “Derroche” de Ana Belén (mientras él: «como se puede querer 2 mujeres a la vez y no estar loco…”). Así, sin criterio. Es un hecho que cuando una relación del tipo que sea empieza o acaba, voluntaria o involuntariamente, todas las canciones parecen hablar de uno mismo o del amor que se profesa a su recién estrenado amor o desamor. Sin embargo, analizando esto mejor y puesto que yo enamorada NO estaba, me di cuenta de que NO hablan de amor, ¡¡hablan de SEXO!!
Esto me hizo preguntarme si habría alguien sobre la faz de la tierra que hubiera hablado alguna vez de enamoramiento (amores platónicos aparte) sin sentir ese cosquilleo que empieza donde la tripa pierde su casto nombre. ¿No serán esas cursis “mariposas en el estómago” una sutil manera de decir que estás cachonda como una perra? Pienso en los grandes romances de la historia y de la literatura y creo que lo que llaman amor era pura excitación. El amor si llega, llegará después, pero dudo que sin el consabido chispazo se pueda llegar a él. A ver, no se trata de banalizar el amor, sino de CARNALIZARLO!
¿Puede existir enamoramiento sin una fuerte atracción? ¿Puede consolidarse una relación en lo puramente sexual? ¿O debemos edificar las relaciones en pilares más sólidos y esperar que la atracción nazca de la confianza, el respeto, bla, bla, bla?
Son preguntas que nos rondan la cabeza, quizás porque es habitual esa extraña habilidad de volvernos locos con amores, o mejor dicho -vamos a empezar a llamar a las cosas por su nombre- con amantes imposibles. Sólo esos hacen que nos desorientemos en la calle, no podamos dormir, nos quedemos embobados mirando por la ventana del curro mientras tu jefe te repite por 3ª vez la misma pregunta y tú sólo oyes bla, bla, bla… ¿Es eso AMOR? ¡¡NO, es puro DESEO lo qué nos nubla la razón!! Y si lo fuera (amor), no sería otro que el auto enamoramiento de la persona en la que nos convertimos cuando estamos en presencia (y más en la cama) del ser amante y amado: sexy, audaz, sucio, dulce,… eso ya va en gustos, pero de cualquier manera es la adicción en estado puro. Te vuelves Junkie in love.
Para este tipo de enajenación mental, también llamado “me tiemblan las rodillas cuando me llama” o “me pongo cachonda en el autobús si pienso en él”, también va muy bien el hecho de que el objeto de deseo sea difícil o muy difícil. Como ya he dicho otras veces lo complicado nos pone y si el tío tiene novia, 3 hijos y vive en Siberia ocupándose altruistamente de un refugio para gatos a los que tú casualmente eres alérgica, la incontenible pasión va a ser digna cuando menos de una trilogía de Danielle Stelle. Esto es así: ¡NO PAIN, NO GLORY!
Y en estas cosas andaba yo pensando cuando una tarde en la sesión de la Depilación Laser me quedé dormida. ¡¡No os digo más!! Ingles, axilas, medias piernas y caigo como un leño. ¿Se puede ser más masoquista de base? Os lo juro. No solo no me dolía, si no que me daba como gustirrinín (cosquilliiiitas… no seaís guarros!). Al 2º ronquido la señorita depiladora flipó, claro. Mientras disfrutaba de aquel “momento WASABI”, es decir que te jode un poco pero en el fondo quieres siempre un poquito más, pensé en si la alta tolerancia al dolor físico, se reflejará también en el dolor psíquico…. Si es así, ¡AHORA LO ENTIENDO TODO!
Sentimos placer en la tristeza o el dolor por la propia intensidad del mismo, que no es en absoluto comparable al modo de sentir la felicidad o el placer, cuyo recuerdo no suele perdurar tanto en el tiempo. Puede parecer enfermizo pero pensadlo bien. Un ejemplo: la gente disfruta poniendo las canciones más tristes cuando acaba de romper con su pareja. Recurren a este enfermizo rol de sufridores para SENTIR más intensamente su dolor en estas ocasiones puntuales, pero esto puede constituir un “modus vivendi”, como es mi caso y el de todas las cantantes de copla. No hay más que dar un repasito a temas como “Y sin embargo”, o “El rosario de mi madre”. De esta tengo yo una bonita versión que dice así: “Devuélveme el bikini de tu madre y quédate la tabla de planchar, lo tuyo te lo tiro por el wáter, la Vespa te la voy a destrozar”. (Me quedé con muuuuchas ganas de cantársela a un capullo de lo de los de libro. Por fin he encontrado la oportunidad de resarcirme. Ahora sólo me falta encontrar la moto… Quizás mi amiga Nerea me quiera echar un cable…).
Estuve unos días sufriendo de lo lindo, teniendo todas las armas en mi poder para dejar de hacerlo. Tan fácil como no volver a llamar y cambiar el chip. Pero seguí dale que te pego enganchada perdida aunque cada vez un poco menos. Al final me lo tomé como un experimento con el que aportar un poco de luz a las cuestiones arriba planteadas.
Tras algo más de 1 mes de ardua “investigación”, y después de haber sido defensora a ultranza del sexo en pos del amor -trastornada por el “mono” como estaba- empecé a tener mis dudas al respecto. Y, a pesar de que pensándolo mejor el sexo no lo es todo en una relación, nada como un MAL POLVO, con un mal decorado y un partener borrrrracho con todo lo que ello conlleva a nivel sexual, para desmontar cualquier castillo en el aire/paja mental que pudieras haberte hecho en tu fantasiosa cabecita. Como todas las drogas lo que sube fácil y rápido, rápido y fácil vuelve a bajar. (Precisamente de eso fue aquel encuentro, pero con más bajadas que subidas….ya me entendéis…). Finalmente combinando la terapia clásica de birra y colegas, con la de choque materializada en aquel desastroso encuentro con el sujeto en cuestión, me desenganché y ahora estoy completamente rehabilitada. Esta vez la recaída IMPOSIBLE, en serio: ¡noooo, nooo, no! Y es que a veces estas cosas pasan así, de repente: bendita momentánea lucidez, qué poco te dejas ver…
El SEXO es muy importante sí, pero que tu amante (por llamarlo de alguna manera porque a veces ni ESO) tenga algo más de 2 dedos de frente y que no quieras partirle la cara (pero de verdad, no rollo “un-poco-de- caña”) a cada absurda argumentación que esgrime, también resulta imprescindible. Una vez más en la virtud está en el término medio. La putada es que el hombre/la mujer perfecta no existen, así que tendremos que seguir buscando, experimentando, investigando…
La Trece Catorce