Érase una vez una periodista enamorada de las vidas de las reinas. No de los cuentos de princesas, ni de las leyendas de príncipes azules, ni siquiera de la vida a cuerpo de rey. No, de las vidas de las reinas.
Y en una de sus jornadas de estudio dio con un nombre olvidado en el mapa de la realeza española: la reina María Victoria dal Pozzo, esposa de Amadeo I de Saboya, reina efímera pero de un gran legado social.
Carmen Gallardo ha recorrido, siglo y pico después, los rincones por los que transcurrió la vida de La reina de las lavanderas, esa pía mujer italiana a la que en España no quisieron pero que quiso a España y a los españoles más que muchas presuntas heroínas patrias. De hecho de su fortuna personal salió el dinero para construir el Asilo de las Lavanderas, la primera guardería de España, ubicada junto a la zona donde las mujeres lavaban en el río Manzanares.
Carmen, jefa de Sociedad de Yo Dona, dejó su trabajo durante un año para empaparse de la historia de su reina. Y su apuesta funcionó: su primera novela ha sido un auténtico éxito de ventas, hasta el punto de que acaba de salir su edición en papel.
Carmen, ¿cómo descubriste a TU reina?
Hace tiempo. Siempre me gustó la Historia y he seguido cualquier información sobre las reinas de España (desde Felipe V) y me sorprendía esa italiana que se llamaba dal Pozzo della Cisterna. Averigué sobre ella, había muy pocos datos, pero los suficientes para que me interesara el personaje. Era un personaje romántico, de vida trágica, a la que este país (en especial la nobleza) maltrató y humilló por ser extranjera, decían. Yo añado que, por ser buena gente, no ser corrupta y el eslabón más débil de un entremado político de envergadura.
¿Por qué decidiste dejarlo todo por ella?
Porque valía la pena el proyecto. Me enfrentaba a mi primer libro, un sueño y un reto al mismo tiempo. Me resultó muy difícil y también me sorprendía cuando veía que llevaba 100.000 caracteres escritos y luego 200.000 y luego… Creo que en esta vida, y ya tengo unos añitos, hay que empeñarse en hacer verdad los sueños: uno de los míos era escribir. No tengo hijos, ¡debía de tener un libro!
¿Qué aprendiste en el camino?
Muchas cosas. Muchas. Aprendí sobre la construcción de Europa y de un mundo con los valores e ideologías que han sido útiles hasta hoy. Conocí personajes apasionantes como Prim, Cavour o Montpensier, aprendí que nuestros males son viejos, que nuestra historia había podido ser distinta. Viajando por los lugares que visitó María Victoria antes de venir a España, conocí sitios tan maravillosos como la ciudad de Turín, que no sé si habría visitado si no hubiese sido imprescindible. O San Remo, que solo conocía por el festival, y toda la costa de la Liguria.
Y aprendí sobre las lavanderas del Manzanares, muchas de ellas viudas que venían caminando desde Galicia con un hijo en cada mano para buscar el sustento en la capital. Y en recuerdo a ellas y a la única mujer que se fijó en ellas titulé el libro.
¿Qué te da la escritura que no te da el periodismo o el día a día en una redacción?
Me da libertad de lenguaje, de espacio, libertad para usar mil y un adjetivos si quiero. Me gusta el lenguaje y hacer giros y eso, algo ya imposible en el periodismo, me lo permite la escritura. Pero añoro las redacciones de antes, a mí me encanta hacer revistas, publicaciones, en general; y cuidar cada párrafo, trabajar al lado de un maquetista para ver como contamos una historia, e inventar temas y, bueno, me gusta mi oficio.
De escribir no se vive, pero… ¿alimenta personalmente?
Claro que alimenta. Pero, efectivamente, no se vive. Bueno, viven cuatro y medio. De todas formas se conoce gente a la que jamás habría llegado de otro modo, con este libro he topado con personas excelentes, también he visto la actitud contraria; de todo aprendo: condición humana desde todos sus ángulos. Y alimenta recuperar un personaje del olvido. A veces, miro la portada del libro, la expresión de tristeza en el rostro de esta mujer y siento que, al final, María Victoria ha reinado después de morir.
Por Noelia Jiménez