Después de haber visto el tráiler de la nueva versión de La Bella y la Bestia de Disney, me dispongo a hacer algo sumamente injusto: juzgar por las apariencias.
Guiándome por esas imágenes, está claro que Bill Condon, un director al que no tengo nada que cuestionarle, copió al detalle la película de animación. Los colores, los encuadres, el aspecto del los personajes. Me parece una copia tan fiel, que la pregunta que me hice en cuanto terminaron esos dos minutos y medio fue si realmente era necesaria.
Por supuesto que lo que motiva a Disney y a cualquier gran estudio de cine no es llenar nuestra vida de magia sino llenar sus bolsillos de dinero. Tampoco estoy en contra de las versiones y remakes de viejas historias, de hecho creo que no hay nada más hermoso que conectar con esa parte tan primigenia del ser humano, la que necesita escuchar el mismo cuento una y otra vez. Pero a diferencia del relato oral, en el que cada vez que se cuenta una historia, cambia la narración, la película es un elemento estático. Los que cambiamos somos nosotros porque la vida y las circunstancias nos hacen estar siempre en otro lugar (eso de no te bañarás dos veces en el mismo río). Yo soy de esas personas que disfrutan viendo muchas veces la misma película. Algunas las veo casi una vez por año. Incluso soy de las que leen los libros más de una vez. Hay historias que con 20 años lees de una manera y con 30 o 40 de otra.
Comprendo las relecturas de clásicos. Lo que no entiendo es la copia pura y dura de algo que ya existe. Tampoco comprendo esta nueva obsesión de Disney por repetir sus clásicos de animación en versión de acción viva, dirigidas siempre por alguien conocido que también se llevará una pasta. He leído que después de Cenicienta de Kenneth Branagh y La Bella y la Bestia de Bill Condon, toca Aladino de Guy Ritchie, El Rey León de Jon Favreau. También preparan La Sirenita y a saber cuántas más.
No estoy criticando que se vuelva a hacer La Bella y la Bestia. Además de la película de animación de 1991, está el clásico de Jean Cocteau y la versión de hace dos años con Vincent Cassel y Léa Seydoux. También está Beastly, con Vanessa High School Musical Hudgens, que no recomiendo.
Eso sin contar las series, la ochentera con Sarah Connor, digo Linda Hamilton y Ron Pearlman y la del 2000 y pico con la chica de Smallville y un chico que ni siquiera es feo ni da miedo. Más las historias «tipo» o «inspiradas en» y las adaptaciones a otros medios. Incluso me parece lógico que se sigan haciendo otras versiones, es un clásico. Un cuento tan viejo como el tiempo, «tale as old as time» cantaría Angela Lansbury como la Señora Potts.
Lo que está claro es que repetir las historias que ya conocemos no se debe a falta de ideas ni recursos. Disney es dueño de Pixar, que cuenta con los mejores guionistas de películas familiares. Si es por cuentos sin contar en cine, no hay más que echar un vistazo a la sección Infantil y Juvenil de cualquier biblioteca, hay de sobra. Esto no es falta de historias o deseos artísticos de revisar un clásico. Y mucho menos anhelos de llegar con la misma historia a nuevas generaciones, todos los niños se tragan los largos de animación de Disney desde Blancanieves en adelante. Me atrevería a vaticinar que esta versión se va a quedar antigua en unos años, mientras que la de animación seguirá vigente. Esto responde a otra cosa. Es ir a lo fácil. A lo que ya sabemos que funciona.
Seguramente, esta Beauty and the Beast va a ser un éxito, seguramente sea buena y la terminaré viendo. Como dije al comienzo, sólo he visto el tráiler. Insisto, no estoy en contra de las revisiones, versiones, etc. Pero esto huele mucho a copia y pega para hacer caja.
Me quedo con la opinión de mi hija de seis años: «Les salió todo exactamente igual a la otra peli, menos Bella, que es igual a Hermione Granger».
M. Inés González.