Desde muy pequeños nos acostumbran a la imagen de la madurez femenina en función de ese estereotipo pesadísimo y aburrido de la mujer enganchada a la obra social y al malenismo. Y aunque ahora esas endiabladas egobloggers hayan decidido rescatar las “labores femeninas” para travestirlas como algo chic, servidor no se traga eso. Ir hacia atrás está muy bien cuando estás aburrido de la vida y tienes millones de retrasados mentales que se dedican a reír tus payasadas hagas lo que hagas. Yo creo que la mujer de hoy en día tiene un criterio más complejo y no se doblega ante la “boa constrictor” del convencionalismo sociocultural.
Reducir a la mujer madura a su papel de ama de casa, superproductora de cupcakes y manteles de punto de cruz es condenar a la mujer de hoy al ostracismo. Eso mismo es lo que debió de pensar Tim Firth cuando hace más de una década nos sorprendió en la gran pantalla con Calendar Girls. Tal fue su éxito que decidió probar con una adaptación para teatro, que no dejó indiferente a nadie hasta que aterrizó en España, en los Teatros del Canal, de la mano de Antonio Calvo. Beatriz Carvajal, María Garralón, Asunción Balaguer, Soledad Mallol, Berta Ojea, Cati Solivellas, Carmen Esteban, Cristina Fenollar, Manuel Fernández, Javier Lago, Samuel Señas, Charo Zapardiel y Sonia Villalba conforman el elenco de esta magnífica pieza cargada de emotividad.
Aunque muchos ya conoceréis la historia, nos encontramos ante un grupo de mujeres británicas ancladas en sus malenismos en el Instituto de la Mujer. Con objeto de comprar un sofá para la unidad de Oncología del hospital, deciden romper los moldes de lo convencional y hacer un calendario para recaudar fondos. Pero no sería un calendario convencional; este grupo de maduritas decide posar sin ropa con objeto de llamar la atención y así captar un público más numeroso y de ese modo obtener más capital. Y, como es de esperar, se les va de las manos. Es en ese momento cuando se pondrá en entredicho lo moral frente a lo políticamente correcto, el qué dirán frente a lo que tengo que decir, el luchar por vivir o vivir por luchar.
Aunque la mayor parte de la comicidad de la obra en sí reside en el chiste fácil y el humor visual hay que decir que ha sido un trabajo bastante bueno. Calvo aprovecha las infinitas posibilidades escenográficas que permiten los Teatros del Canal para construir una puesta en escena con detalle pero no excesivamente maquillada. Las actrices, que no olvidemos que son de las de toda la vida, se mueven como pez en la pérdida de la vergüenza, captando el aplauso fácil pero también el estremecimiento más tímido
Es digno mencionar la función benéfica del pasado 16 de abril por la Fundación Josep Carreras y su lucha contra la leucemia, algo que, sin duda alguna, no parece haber tenido repercusión en la comunidad blogger (¿será que no regalan nada?). Para mí, el mejor regalo no es sólo haber podido disfrutar de una obra social; lo más gratificante de todo es haber reforzado la idea de que la mujer hoy en día aún tiene mucho que decir y que hacer, tenga la edad que tenga
Zäpp Amezcua