Creo que no os podéis apenas imaginar las ganas que tenía de ver en su salsa a nuestras chicas de portada del número anterior de ANTONIA MAGAZINE. Tras unos días de paréntesis regresan al espacio Microteatro por Dinero con Cuatro Estaciones y un Día, una pieza dirigida por Miguel Ángel Carcano y protagonizada por Sara Martin, Alicia Rubio y Sergio Mur. Muchos de vosotros ya sabéis que no soy muy amigo de la sala; a pesar de que el concepto es fantástico creo que es bastante incómoda. Pero bueno, el trato que recibimos allí siempre es maravilloso; más aún, cuando se trata de Marta Larralde que, además de echar una mano en cuestiones técnicas, andaba por allí y nos acompañó en la “copa de espera” con esa gracia y ese desparpajo que, a mí particularmente, me tiene encantado.
La sala grande de Microteatro se transforma en la habitación de un hotel donde se sucede un triángulo amoroso. Evidentemente nos encontramos ante el retrato de un tópico triángulo amoroso formado por un jeta que, mientras sostiene la relación con la novia de siempre intenta seguir encandilando a la amante. Si, lo sé, contado así muchos de vosotros pasaríais del tema como de los guisantes si de una paella se tratara (para el que cometa la atrocidad de ponerle guisantes a una paella, claro). Pero la gracia está en que ellas, aun siendo manipuladas, son el eje de todo. La puesta en escena es bastante brillante, con una escenografía correcta pero iluminación pobre (Microteatro, es Microteatro…). Es relevante destacar la naturalidad y el dinamismo en la interpretación de las chicas, sin forcejeos de espacio y con alguna improvisación que otra muy bien ejecutada a pesar de la limitación del espacio. Y después está Sergio Mur, muy opaco al lado de las actrices, con un papel sencillo pero sobreactuado y del que podría haber sacado mucho más partido. En ocasiones daban ganas de cortarle las manos, el pobre no sabía donde ponerlas; lógico, esto es teatro, aquí no cortamos como en la tele. Pero claro, el director nos lo presenta al abrir casi desnudo, en la cama y bajo una sábana blanca y casi nos da un ataque.
En definitiva podemos decir que el trabajo nos ha gustado mucho y, como esperábamos, ellas han sido las que han triunfado. Las cosas que no me han gustado derivan más bien del trabajo de dirección y dramaturgia. El texto cierra la obra a trompicones por lo que da la sensación de que queda todo un poco forzado. Si a ello lo sumamos la limitación de espacio, el dinamismo tan fabuloso que se disfruta desde el principio se rompe un poco. La distribución de espacios y la luz, junto a la ausencia de ambientación eminentemente sonora, hacen que debamos tirar de las orejas al director. Y por supuesto, yo, con todos mis respetos, suprimiría a Sergio Mur por un actor que supiera hacer teatro en condiciones y dejaría que el susodicho interpretara en otros sectores en los que pueda dar un poco más el pego. Lo siento chico, no me lo he creído. El texto es ágil y divertido, apto para todos los públicos sin mayor pretensión que la de hacernos pasar un rato agradable y divertido.
Y como sé que la mejor crítica es la que nos podemos encontrar en la butaca de al lado, cabe destacar que la gente lo pasó en grande. La comicidad que derrocha la obra se hace patente desde el principio. Creo que es un montaje que puede dar bastante de sí y que está muy bien trabajado, al menos en cuanto a la parte femenina se refiere. Quizás una sala que se ajuste mejor a los recursos técnicos que precisa la pieza permitiría sacar más partido; así que producción, póngase las pilas. El recurso de la infidelidad es una apuesta segura cuando uno quiere pasar un buen rato en el teatro y nosotros nos hemos divertido mucho. Gracias, artistas