Vamos a ver, que levante la mano el que esté harto de películas ñoñas navideñas.
Ya sabemos que esta es la época de la buena voluntad, de pensar en el prójimo, del amor, y todas esas cosas. Sin olvidarnos de ponernos hasta las cejas de turrón, marisco y polvorones; todo, como dirían los entendidos, regado con un buen cava.
Pero, claro, también es la época de la soledad, del rencor, de las culpas por todo ese turrón que nos zampamos y las borracheras tristes de cava barato.
Como diría el genial Dickens: “era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. Y digo Dickens, porque él es la causa de que los cineastas se empeñan en torturarnos con las INFINITAS versiones de Un Cuento de Navidad. Así y todo, entre las ñoñerías, es la mejor opción. Las alternativas son horribles comedias familiares como Jack Frost o Santa Claus (sólo aguanto a Tim Allen haciendo la voz de Buzz Lightyear y porque no le veo la cara). También podemos toparnos con insufribles comedias dramáticas con buenas intenciones como Love Actually (de ésta sólo soporto la parte de Bill Nighy y porque él mola).
Por eso, para todos los que odiamos las típicas películas de Navidad, propongo recordar lo que llamo películas AntiNavidad, o sea las películas navideñas que sí vale la pena ver. No son anti porque están en contra, sino porque, aunque son totalmente navideñas, no se regodean en todo lo que implica esta dulce festividad.
Voy a comenzar con las películas para toda la familia, como la eterna Gremlins. Creo que todos los que tenemos más o menos mi edad hemos soñado con que una Navidad nos regalen un mogwai. Es que son tan monos… Que pena que no puedan comer después de las doce, ni que los puedas mojar, ni que les pueda dar la luz. Claro que no hay nada más divertido que meter un gremlin en el microondas o la batidora. Bueno, quizás es mejor dejarlos vivos, porque la imagen de un cine lleno de gremlins cantando la canción de los enanos de Blancanieves no tiene precio.
También para toda la familia, de animación además, Pesadilla antes de Navidad. Sólo a Tim Burton se le puede haber ocurrido que el rey de Halloween le robe la Navidad al mundo. A pesar de que tiene su encanto, creo que una cabeza reducida no es el mejor regalo para un niño. Este sí que es un clásico, musical además. Propongo que se tomen el placentero trabajo de verla en versión original.
Para los que busquen más acción, tengo dos propuestas, por un lado Die Hard, también conocida como La Jungla de Cristal. No sé si todos recuerdan que la historia se desarrolla en Nochebuena, y la noche es muy buena si Bruce Willis viene a salvarte de unos terroristas-ladrones. Ahora parece que las películas de acción siempre fueron así de divertidas, pero no. Esta fue la película que marcó el parámetro a seguir por las que vinieron después, no lo olviden.
La otra, de acción más en plan road movie con rave incluida y muuuy noventas, es Go, o como su título “traducido” resume Viviendo sin límites. En pocas palabras: actores gay, un supermercado lleno de cajeros muy particulares, camellos, tripis por doquier, una coreografía con la Macarena, lap dances, y Vegas-baby-Vegas. A pesar de los años, y de que Katie Holmes se casó con Tom Cruise, sigue siendo siendo muy entretenida.
Por fin llegó el momento de ponerse serios y realmente dramáticos. Nuevamente dos propuestas para los que optan por el intento de suicidio en esta mágica noche.
Primero una genial película australiana, de las que están en la categoría de cine invisible, pero por favor, hagan un esfuerzo y consíganla. Me refiero a Boxing Day. Rodada en un falso plano secuencia y con la historia en tiempo real. Con actores que no parecen interpretar, sino que SON esos personajes. Dura, pero maravillosa. Sí, la historia es en Navidad, pero debe ser una de las Navidades menos felices de la historia del cine. No quiero contar su argumento, quiero que la vean.
Finalmente, porque también quiero tirar un poco para mi tierra, y porque lo vale, les recomiendo un drama coral de personajes perdidos en la noche, Felicidades. Cuando la Nochebuena se transforma en una noche mala nos podemos encontrar con redadas policiales ridículas que nos impiden algo tan simple como comprarle un regalo a nuestro hijo, con un encuentro con el posible amor de tu vida que no acaba como imaginabas y con un viaje nocturno con la compañía menos adecuada. Todo esto con la presencia anti mágica de un patético trencito de la alegría, en una Buenos Aires más triste que nunca.
Porque creo que la Navidad debe de ser una fiesta, llena de alegría y de felicidad. Porque son las películas realmente buenas las que nos llenan de esa plenitud, no importa que tan tristes sean al verlas.
Porque en una noche de paz y de amor, no todo debe dormir en derredor. Creo más en, para los que me entiendan, “noche de paz, noche de amor, todos acá, por favor”.
Feliz Navidad, o mejor aún, yippie-ki-yay, motherfuckers.
Inés González