Solo

Buried_EnterradoHay una idea un poco generalizada con respecto a los dos momentos más importantes de nuestra vida. Se dice que al nacer y al morir estamos solos. No sé al morir, pero lo que tengo clarísimo es que al nacer nunca estamos solos, es inevitable estar acompañados, como mínimo de nuestras madres. Lo que quiero decir es que muchas ideas preconcebidas no siempre se corresponden con la realidad.  Solo porque un concepto sea bonito al decirlo, no lo hace automáticamente cierto.

Otra idea generalizada es que las películas de acción incluyen grandes persecuciones, tiros, explosiones, y básicamente un héroe que se pasa todo el rato corriendo o desplazándose de un lado a otro, encontrándose con aliados y enemigos. O sea, mucha gente y mucho movimiento. Casualmente coinciden en cartelera dos películas muy diferentes pero que tienen una gran cosa en común, son dos películas de acción en las que el héroe está prácticamente todo el rato solo y quieto. Me refiero a 127 horas, de Danny Boyle, en la que un hombre se pasa cinco días atrapado en un cañón, y a Buried, de Rodrigo Cortés, en las que el protagonista está una hora y media atrapado en una caja bajo tierra.

127-horas-cartel

Llegué a ver 127 horas con muchísimas expectativas. Por un lado estaba James Franco, un tipo que me cae realmente bien, con el que me iría a tomar una cerveza cualquier día de la semana. No solo me parece buen actor, además es guapo y un director y guionista a tener en cuenta. Para los que no conocían esta faceta suya, recomiendo Good time Max, la muy buena película que dirigió, escribió y de la que es protagonista. También tiene otras, pero que no vi y por las que no puedo dar fe. Por otro lado estaba Danny Boyle, un director que me gusta muchísimo, del cual admiro la gran mayoría de sus películas. Por suerte, esas expectativas se vieron satisfechas.

enterrado_buried

Por contrapartida, llegué a Buried con algunas dudas. Esta vez estaba Ryan Reynolds, un tipo que, para seguir con los símiles monárquicos, me parecía soberanamente soso, capaz de aburrirme en una publicidad de colonia de treinta segundos ¿Esa persona iba a lograr que no quisiera irme del cine durante una hora y media? Claro que también estaba Rodrigo Cortés, un director interesantísimo, que conocí con el maravilloso corto 15 días, y del cual no dejé de ser incondicional. Por suerte, esas dudas se vieron solventadas. Ahora Ryan me cae mejor.

Tanto 127 horas como Buried tienen muchas cosas que las unen. Para empezar, son dos grandes películas. Las dos cuentan una historia de tintes épicos en un espacio reducido, las dos tienen la suerte de tener un protagonista carismático con el que sufrimos tan  inmóviles como él durante toda la historia. Las dos recurren a la tecnología como interlocutor de los solitarios personajes, una cámara en 127 horas y un móvil en Buried.

También tienen otra cosa en común de la cual prefiero no dar detalles, sólo diré que por suerte Paul, de Buried, tiene un cuchillo más filoso que Aron, de 127 horas.

Pero, más importante, ambas películas son una reflexión sobre la soledad. Sobre como un personaje solo, puesto al límite física y mentalmente, tiene que enfrentarse a ese gran obstáculo intentando no desmoronarse. Curiosamente la única forma de hacer frente a ese peligro es la interacción con los demás, aunque no estén presentes físicamente.

En una de las películas, Aron recurre a sus recuerdos y a su imaginación para mantenerse con vida durante esos interminables cinco días que permanece atrapado. Mientras que Paul echa mano de las conversaciones telefónicas que mantiene con los demás personajes, voces sin rostro, durante esos no menos agobiantes noventa minutos. Los dos necesitan de los demás, aunque más no sea que para confirmar que la única manera que tienen de salir adelante es por si mismos.

La multiplicación de voces y rostros difusos no serán más que un recordatorio de lo aislados que se encuentran, de lo poco que pueden esperar de la ayuda externa.

De esa ausencia de ayuda es de donde sacarán fuerza para buscar alternativas.

Tanto Aron como Paul serán concientes de lo solos que podemos estar cuando nos toca morir, o sobrevivir. Si bien el resultado puede ser más o menos oscuro, la esperanza siempre se mantiene. Es curioso como el helicóptero, que también se repite en las dos películas, tiene un significado tan diferente en cada una de ellas. Tan curioso como descubrir que un precioso e inmenso paisaje puede ser tan claustrofóbico como un mugriento y pequeño ataúd.

Como nos gusta sufrir. Como nos gusta recordar lo mucho que necesitamos de los demás. Como nos cuesta aceptar que solos somos más débiles.

En una sociedad que muchas veces ensalza la lucha individual y el no depender del otro, pedir ayuda no siempre tiene que ser un signo de debilidad.

Cuando una historia nos importa, toda la humanidad está concentrada en esa única persona que se ve puesta al límite. En ese único rostro sucio, cansado, desfigurado por el dolor, por la desesperación.

Volviendo a las ideas generalizadas, no es cierto que una película de acción sea un tipo corriendo, no es cierto que estar “solo ante el peligro” sea tan guay, no es cierto que Ryan Reynolds sea tan sosaina,

No perdamos esa capacidad de sorprendernos y de renunciar a esos preconceptos.

Para eso también está el cine.

Inés González