Monty Python

A finales de los años 60, un grupo de estudiantes pirados de la universidad de Oxford coincidieron en un grupo de teatro. Graham, Terry, Michael, John, el otro Terry y Eric no podían imaginar que pasarían a la historia como uno de los grupos humorísticos más influyentes de todos los tiempos. Y es que hacer reir es algo más que una capacidad o una vocación; es un modo de vida, la manera de canalizar la esencia de lo que uno es y lo que uno quiere contar al mundo.

Sintetizar en una sola pieza la vasta producción de estos genios es bien complicado. Una década después de su estreno en nuestro país (2004), Yllana y L’Om Imprebís vuelven a pasar por la vicaría de las tablas, resucitando como fruto de su unión esta gran caja de la risa en el Teatro Calderón. A pesar de que la puesta en escena, texto y coreo han pasado por quirófano, lo que no ha sesgado el bisturí de estos genios ha sido la respuesta abrumadora de ese público fiel que estalla en carcajadas a la mínima mueca, que se sabe de memoria todas y cada una de las piezas musicales, que es incapaz de evitar el comentario al final de cada sketch.

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Monty Python regresa cargado de actualidad, con un cargamento de tinte político y social que hace pensar que el mismísimo Quevedo vino del otro mundo para escribir esto. La puesta en escena, sencilla y sin pretensiones transforma la Guerra Fría en una España que lucha contra la recesión, que se ve ahogada y que se nutre del humor y la comicidad para salir adelante, que necesita hacer de la carcajada un pulmón. Poco se puede decir de Yllana y L’Om Imprebís que no se haya dicho ya, grandes maestros de la expresión corporal. Magnífico trabajo de cuerpo y de improvisación, en convergencia con una dirección justa que sabe sacar partido de un trabajo simple y llano. Y, cómo no, la apuesta por el ingrediente audiovisual.

Recomendar este trabajo es algo que cae por su propio peso. El público está acostumbrado a un humor rápido y fácil que bien suele caer en lo grotesco o lo chabacano; y ya va siendo hora de reciclarse. Necesitamos reírnos, pero reírnos de verdad. En una sociedad no todo han de ser flechas; en ocasiones nos merecemos un descanso. En ocasiones necesitamos rescatar esa parcelita que nos hace sentirnos, al menos, un poquito más felices.

 Zäpp Amezcua