Persiguiendo a Betty Draper

editorial

antoniamagazine-edito-MadMenMadStyleBettyDraperSeason3P18En los primeros capítulos de Mad Men a Betty Draper, la amorosa, perfecta y cornuda esposa del protagonista, se le paralizan las manos de pura ansiedad. Muchos han criticado la serie por mostrar actitudes machistas, algo que nunca he terminado de entender, porque lo que es, es, y si algo tuvieron los ’60 fue un machismo tan institucionalizado que era casi imposible ponerlo en cuestión.

El arquetipo femenino que representa Betty ha sido objeto de infinitas sátiras literarias y cinematográficas (vean, por dior, The Stepford Wives) Estamos lejos de esa etapa, por eso podemos mirar a la esposa sin identidad con perspectiva y mofarnos. O echarnos las manos a la cabeza cuando hablamos de Mad Men, de corsés victorianos, de nuestros tíos abuelos….

Pues no. Si en algo no creo a estas alturas (y menos mal) es en la idea de progreso. Los que enarbolan la bandera del progreso suelen envolver las causas más injustas con esa misma bandera. Betty Draper no es una prueba superada. Betty Draper se camufla con distintos disfraces y ya no lleva tea dresses, sino trench y plataformas, trabaja, se cree independiente, compra en Ikea y, al parecer, sigue haciendo magdalenas.

Son muchas las revistas femeninas que tienen un target más aspiracional que objetivo. Y no está mal. A todos nos gusta babear con chaneles o spas en el Caribe. El problema reside en el modelo femenino implícito en la mayoría de ellas:

«Perfecta de la mañana a la noche», «Working girl» «348 looks para ir de la oficina a la guardería y de la guardería al afterwork y del afterwork a la gala de los Óscar» «Regalos perfectos para mamás trendy» «En el tupperware, nouvelle cuisine» «Practica Pilates con tu bebé» «Cómo hornear cupcakes fucsias» «Tapa tu cansancio extremo con cremas con extracto de anfetamina».

Betty Draper ahora lleva tacones negros para estar guapa en la oficina y en la cena en el yate. Lo mismo te hace unas magdalenas que te monta un mueble de Ikea. Va al gimnasio, a clases de punto, a los cursos de la empresa y por supuesto al terapeuta. Es la más asertiva en  casa y la más responsable en el trabajo. Se espera que tanto luche por un sueldo equiparado al de los hombres como que sorprenda a sus invitados, se maquille sin estridencias y se haga los liftings a tiempo. Es una madre molona porque hace patchwork, twittea y sus nenes llevan al cole manualidades que ríete tú de las instalaciones artísticas. Para ciertas publicaciones, Betty Draper no es un error del pasado, es una utopía del futuro enmascarada bajo el letal eufemismo de la “mujer fuerte”.

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Y si es así, si somos fuertes, dejemos de mostrar debilidad intelectual. Sólo hace falta pararse a pensar dos veces en todo lo que damos por sentado. Si aparece una mujer de más de 50 kilos y el titular reza algo así como: “Apostamos por la mujeres normales” párate a pensar y te darás cuenta de que
1) la normalidad es también un concepto un poco totalitario y bastante nocivo
2) están diciendo que el 90% de las mujeres de su revista son anormales
y 3) la mujer con lorza es tan tan normal que tienen que resaltarlo con un titular y separarla del resto de mujeres, como si tuviera tres piernas, como si en el fondo quisieran (y quieren) decir: «¡mira! ¡una gorda!».

Si te bombardean con las clases de punto, los cupcakes, las claves para ser la mamá del año y la cirugía poco invasiva, párate a pensar y te darás cuenta de que:
1) mola hacer punto o magdalenas, pero todo junto y a la vez suena a panfleto de la Sección Femenina
2) está bien que vuelvan las prendas del pasado, pero que vuelvan modelos de mujer de hace cincuenta años, igual no tanto. Y más cuando se nos llena la boca criticando a las Betty Draper de la época
3) la crisis tiene formas sibilinas de manifestarse y probablemente la apología de la vuelta al hogar sea una de ellas.

Si en tus revistas no paras de leer que la falda de tubo con tacones negros te sirve para estar perfecta las 24 horas del día o que ser la más cool de la oficina está al alcance de tu mano, párate a pensar y te darás cuenta de que:
1) no necesitas estar perfecta las 24 horas del día porque tienes que dormir 7 y descansar al menos 3 para mantener la cordura
2) la falda de tubo y tacones no demuestran mucha seguridad si no puedes separar las piernas o correr detrás del autobús
3) no necesitas demostrar nada en el trabajo. Ni que molas mazo, ni que no te cansas, ni mucho menos que eres chica. Sólo tienes que demostrar tu capacidad para desempeñar el puesto y seguir  a tu manera las reglas de vestir de tu empresa si las tiene.
4) nadie va todas las tardes a reuniones escolares, un afterwork y una entrega de premios. Ni Michelle Obama. Ni Anna Wintour.

Y tras pararte a pensar y leer entre líneas, sigue comprando revistas de moda. Reivindica los vestidazos y el lujo, porque soñar es gratis y muy sano. Pero reivindica también tu derecho a no querer hacer magdalenas, a cagarte en todo y mostrar ojeras después de una jornada maratoniana, a bajar a la calle en chándal o con pamela y falda de tubo, a comer panceta, a querer estrangular a otras madres en una reunión escolar, a que el niño te desespere, a tirarte en el sofá y pasar de hacer la cena, a decir tacos, a ir en plano, a no saber conciliar. A equivocarte mucho y a hacer las cosas a tu manera, con o sin trench y stilettos. El fuerte no es el que más cosas hace, ni siquiera el que mejor las hace, sino el que asume hasta dónde puede llegar y se la suda lo que hagan los demás.

Si quiere, sin embargo, convertirse en una “mujer fuerte” de portada, en una Betty Draper del siglo XXI, hágase un Pinterest y llénelo de cosas cuquis antes de que se le paralicen las manos.

por Leticia García

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NOTA DE LA EDITORA:
Este mes le cedo el testigo a Leticia, porque ni en sueños podría expresar mejor la idea de anti-malenismo que inspira este número.
Fdo. la Jefa