Todo el verano leyendo la Cuore, el Qué me dices, la versión impresa de Sálvame para no ver más que sandeces… ¿Esperábamos otra cosa? En general no, pero específicamente, sí que esperábamos otra cosa. Muy en concreto, esperábamos –al menos yo– una mayor tolerancia al estilo de vestir no soso.
¿Por qué siempre los outfits más divertidos se llevan un “argh” o un cero? ¿Por qué hay que vestirse como Olivia Palermo, que es quizás la mujer más sosa sobre la faz de la Tierra? ¿La elegancia sirve de algo, además de para acabar vistiéndote con pantalones pitillo color beige? Desde este púlpito me gustaría romper una lanza a favor de todos esos estilismos de famosas que no han querido pasar desapercibidos. Porque, en una alfombra roja, ¿quién quiere pasar desapercibida? ¿De verdad se piensa alguien que todas esas celebrities que han pasado las de Caín para llegar hasta ahí quieren ser discretas? ¿Quién se esfuerza en ser famoso para luego ser discreto? Discreta es la que se queda en casa, no la que se mete a cantar o a interpretar o a dar la nota en saraos. En España, las celebrities son más amigas de dar la nota con enfermedades graves y bien es cierto que cuando se visten mal, es que se visten muy mal… Pero aquí hablamos de castigar la originalidad. Que se castiga. Me pregunto quién está en esas revistas para juzgar estilismos. Qué rayos llevan ellas puestas. Son, seguro, las mismas que se compran una gargantilla para ir “muy discretas”.
En el otro polo, en el de la realidad, hay un mundo de centros comerciales y tiendas de complementos en estaciones de autobús –las de tren son otra cosa– donde se vende oro falso, ropa ajustada, flúor, negra, o lo que se lleve en el mundo real esa temporada. Las adolescentes de verdad –no las de las revistas– se calzan un chandal y mucho maquillaje y llegan a ser mucho más creativas y atrevidas que todas aquellas que las critican. Porque no hay mayor irreverencia que aquella hecha sin conocimiento. Sin cálculo, sin esquemas. La fiesta en el MET lo confirmó: el punk está muerto. También ha ayudado un poco (al menos a dar la puntilla) el anuncio protagonizado por Iggy Pop en el que pasan por debajo unas letras que nos animan a llevar una dieta equilibrada. Te lo dice Iggy Pop. Que comas fruta y verdura. Te lo dice Beyoncé, te lo dice Madonna, te lo dice gente que mola mucho pero que ya no es precisamente rompedora… Lo más rompedor en materia de celebrities ha sido Rihanna pasándoselo bomba en los carnavales de su tierra. Con ropa muy parecida a la que se puede ver en una boda gitana o en cualquier carnaval… Ropas que se llevarían “arghs” muy gordos.
Todas estas críticas a la vestimenta del extrarradio tienen un trasfondo que no es estético, sino social. La ropa del extrarradio es la ropa de los pobres, hablando claro. Todos compramos al final en los mismos sitios, pero esta gente es trabajadora, clase trabajadora que no estudia, que si tiene dinero lo han hecho con el Pladur o poniendo puertas de garajes, y si no lo tiene, no lo tiene, pero sus hijas van hechas un pincel, y son más sexies y atractivas que todas las chicas “discretas” que nos quieran vender. Maldita discreción.
Por Jimina Sabadú