A principios de Julio comenzó el pregón del ansiado Orgullo Gay, y es de esto sobre lo que me gustaría reflexionar. Quiero pensar en el contexto de este evento, su imagen, asistentes y principios.
Desde muy pequeño siempre me gustó animar las fiestas familiares y ya en la adolescencia hice de esta virtud vicio inseparable. Intento aclarar con esto, antes de meter las manos en harina, que me encantan las fiestas, convenciones, jaranas, romerias y demás actos en donde el único objetivo es desmelenarse ya sea comiendo, bebiendo o sabe dios.
Lo que nos encontramos donde transcurre el Orgullo Gay es una manada de gente dispuesta a pasarlo bien a pesar del calor, los empujones y los carteristas que acuden a puñados para afanarse unos cuantos iphones y gafas CK.
Soy uno de los que están allí y se descojonan a ritmo de house con largas risotadas y algún que otro dedo índice maleducadamente alzado y señalando al objeto de mis chanzas. Soy maleducado, si, y poco fino. Pero como a mi alrededor hay una mitad de masa haciendo exactamente lo mismo que yo, pues como que me reconforta. Incluso me siento mas cómodo en mi desfachatez si caigo en la cuenta de que la otra mitad de masa restante precisamente se encuentra allí para ser señalada.
Generalidades aparte, me es imposible explicaros como se retorcían mis intestinos al leer el día siguiente la soflama que Imanol Arias arrojó a su entregado público en el pregón de las fiestas. El marcado tono político “contestatario” y “reivindicativo” junto con algunas verdades de Perogrullo fueron los protagonistas del texto. Obviedades como “Sin libertad no hay amor ni progreso, ni fe, ni desarrollo, ni futuro. Libertad sexual opción y equiparación de derechos”. Amigo Imanol, se nota que sabes manejar a la masa. Masa que, como mencionaba Ortega y Gasset, tendría una edad mental no mayor de 7 años.
¡Analiza!, me dije. Ayer estabas en una fiesta donde te pusiste a gusto, pero resulta que ésta es en realidad una protesta. Supuesta protesta por los derechos de gays y lesbianas, protesta que conmemora el valor de todos aquellos que lo pasaron fatal en otros tiempos mas oscuros. Pero es terrible no encontrar ningún tipo de ánimo hacia aquellos ni actitud proclive a nada que no sea fiesta, fiesta, fiesta en su estricto significado “Pocholístico”. Mas bien me topé con puro exhibicionismo y con bocas que se movían como máquinas de escribir mas propias de un carnaval o un “Love Parade”, que de una conmemoración de un supuesto Orgullo Gay.
Es precisamente en este momento cuando me asaltan más fantasmas, justo cuando acabo de escribir la frase “Orgullo Gay” que se me repite en el tálamo como la gota de una lenta tortura.
¡Qué pollas!, exclamo. Donde he estado es en una fiesta, un carnaval, algo divertido al fin y al cabo. Si fuera el día del Orgullo Gay hubiera vomitado antes al darme cuenta, como ahora, de que las tendencias u opciones sexuales no son motivo de orgullo o no deberían.
Sobre todo cuando esas tendencias han estado históricamente reprimidas y perseguidas, sobretodo cuando lo que se pretende es normalizarlas o relativizarlas. Según la definición de Orgullo, exceso de estimación propia y arrogancia, no creo que sean muy apropiadas estas dos virtudes o mas bien defectos para relativizar o normalizar nada.
Quiero arrojar luz sobre todo esto aclarando un sentimiento íntimo. Si, me apetece echar un jarro de agua fría a todas aquellas musculocas y adolescentes efervescentes. ¡Humildad! No os sintais tan orgullosos de algo tan simple como una tendencia sexual, cualquiera diría que habéis superado una lesión medular. La arrogancia y el exceso de estimación propia puede que sirvan de algo cuando tu vida depende de ello o cuando tu existencia es mas pobre en estímulos que la de un ventilador.
Analizados estos términos queda claro, a mi parecer, que estas jornadas festivas son fruto de un llamamiento mucho mas poderoso en estos días que cualquier reivindicación o protesta. Hablamos de la pasta.
El único aporte que podría tener un macroevento de estas características es la pasta. La mejor manera de recaudar esa enorme cantidad de dinero es disfrazando una actividad en extremo comercial con el traje de la sufrida reivindicación. Nos lo tragamos porque estamos bien curtidos en ese “arte” de engullir y quien no se lo cree, también acude porque como yo considera que la jarana puede ser una de las pocas soluciones para superar las penurias cotidianas.
Hay mucho dinero que ni tu ni yo tocaremos en este festejo. El oro es recibido por los piratas ya sea el Ayuntamiento, los empresarios de la noche o los diferentes corsarios que pululan alrededor cambiando de bandera continuamente. Es un encuentro rico en recompensas para políticos (Aído, Zerolo) y personajes que no son dignos de llevar el estandarte, si lo hubiera, de los gays por el mundo (Boris Izaguirre).
Creo que el barrio de Chueca lleva tiempo convertido en el epicentro de un loby económico que ejerce gran presión en todos los estratos.
Gracias por traer restaurantes wok, spas y gimnasios de última generación a un barrio donde, como cantaban los Burning, lo que buscabas lo tenías. Gracias por arrebatar la personalidad de uno de los barrios mas castizos de Madrid a golpe de fruterias de sandias cuadradas y minitiendas de ropa prohibitiva. Porque desde hace años las fiestas de Chueca de toda la vida se llaman las del Orgullo. Orgullo de qué.
La Zarzamora