
No sé qué es peor, si declarate enemiga acérrima de la impuesta tradición de regalar «algo» en San Valentín a tu pareja (o deseada pareja) y quedarte a cuadros cuando tu maromo te sorprende con un detallito (y tú sin nada, con lo que quedas como una tacaña); o tirar la casa por la ventana y hacerle un regalazo a tu chico, y que este te diga que «no cree en estas celebraciones» pero, para no quedar mal, ha bajado al chino de la esquina (aprovechando que iba a por tabaco) y te ha comprado un cactus de 4 cms, de esos que se ponen junto al ordenador, porque en el chino no tenían más que flores de plástico, y le daba pereza quitarse el chándal de andar por casa, vestirse y salir a comprarte algo decente, total, San Valentín es una fiesta impuesta por el mercantilismo del corteinglés, bla bla bla…