El feminismo de Leia o el romanticismo de cine de Amidala

Que 2016 ha sido un año completito a estas alturas no sorprende decirlo. Que se nos han ido personajes del cine, la música, la cultura y que fue nada más arrancar el pasado mes de enero y ya 2016 empezó a cobrarse sus primeras y míticas vidas. Pero pocas muertes nos han dejado tanta huella como la de Carrie Fisher. La cultura popular y la iconografía de las últimas décadas del siglo veinte y lo que llevamos de éste le deben mucho a esta actriz, eso es dogma. Panegíricos y obituarios se sucedieron, y los homenajes han sido incontables. Es como si se nos hubiera ido la fuerza con su muerte. Y cómo no recordarla, si desde el anuncio de su deceso no ha habido día en que no hayamos visto alguna de las películas de la saga Star Wars… Salga Leia o no, hay que reconocer la influencia que su muerte ha tenido en las parrillas televisivas navideñas.

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[No hace falta advertir de spoilers a nadie que esté leyendo mi artículo, ¿no, Antonias?]

Es que yo ayer vi el episodio III. Ese que hace de enlace entre la trilogía original y la nueva. Ese en el que Padmé Amidala, otrora princesa y luego senadora republicana se convierte en madre de Leia al final de la peli, tras un sufrimiento terrible durante toda la peli… y que culmina de forma trágica para ella cuando muere tras dar a luz. Y claro, de pronto pasa por mi cabeza que vaya diferencia madre-hija. Admiramos a Carrie Fisher no por lo que fue sino por lo que quisimos pensar que se parecía a su personaje. Personificamos en ella todo lo que la princesa Leia significa para nosotras: fortaleza, independencia, la seguridad en sí misma, el aplomo y la mente calculadora; el beneficio común antes que es suyo propio. El feminismo poderoso.

Y piensas en la trayectoria del personaje de su madre de cine, la princesa, la política y diplomática, esa mujer entre frágil y etérea que sí, que es fuerte, vale, que también antepone el beneficio de su pueblo al suyo propio, que también empuña pistolas láser y también pelea… pero que no se despeina, que siempre va a la última, compuesta, arreglada, con el título delante y la cohorte detrás. Padmé, esa flor de loto perfecta. Es aparecer el amor en su vida y oye, sucumbe a las pasiones, al romanticismo del amor imposible más decimonónico, y que se pone en modo princesa Disney, para ser cuidada por Anakin, el galán de las galaxias. Amilada, esa princesa que cuando es su esposo termina pasándose al lado oscuro llora, llora desconsolada… y muere de amor. No como Leia, a quien recibimos en el Episodio VII tras una vida que se adivina llena de dramas y que termina… De esa manera (sigo sin spoilear para los que no lo hayan visto). Y que aún así: ahí, la tía, fuerte e independiente.

¿De tal madre romántica tal hija realista? Lo cierto es que la realidad siempre supera a a ficción y mientras escribo pienso en casos madre-hija, reales, de mujeres que conozco, que tienen una historia, un pasado muy similar al de estos dos personajes. Puede que este caso sean pura ficción, pero la historia es  más un estereotipo que ficción o realidad, y bastante extendido, por cierto. Será que el amor eterno está sobrevalorado a estas alturas, no sé.

Lo que si sé en otra vida tengo la oportunidad de hacer un estudio sociológico, me centraría en ver cuál sería el icono de las madres románticas de las hijas realistas: si la madre Padmé, por ser lo que ellas han sido y porque empatizan con la pobre mujer o Leia, por ser lo que ellas no pudieron ser o quizás sus mayores no les dejaron y ellas no se atrevieron a reclamar. Y pienso en esto último y ello me hace respetarlas como madres más si cabe.

En todo caso, yo me siento más princesa Leila que senadora Amidala. ¿Lo dudábais?

 

 

B.