The Office

¡Amadas mías! Llega el nuevo número de “Antonia Magazine” a vuestros acogedores hogares, que imagino aderezados con una mezcla de polvorientos tomos de las obras completas de Schopenhauer y un sinfín de pilas de ajadas novelas de a duro, porque vosotras, Antonias de mis entrañas… ¡sois así de modernosas!

Como bien sabéis, esta insigne revista se publica inexorablemente el último día de cada mes luego, en cierto modo, podría decirse que esta noble publicación es un puente transicional entre los meses correlativos del calendario. Esto viene a colación porque como dijo Voltaire en su “Ensayo sobre la naturaleza del fuego”, y cito textualmente: “En Enero y en Febrero, quien acoge a una vieja… ¡es un caballero!”, vale que esto no os atañe a vosotras porque me consta que sois todas bellas flores perfumadas de inmarcesible corazón e imperecedera juventud pero, como responsable de esta eximia sección de la revista, me veo en la obligación de ponerlo sobre el tapete.

Una vez hecha esta imperiosa introducción, pasemos al tema que nos atañe esta semana que no es otro que el de mi confitada critica televisiva, y que este mes versará sobre “The Oficce”: esa serie con recao.

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Muchos pensaran que, con la atenazante crisis que sobrevuela amenazadora sobre nuestras lustrosas chepas, escribir sobre una serie que se desarrolla en una oficina, ahora que el paro ha alcanzado unas cotas inenarrables, es como nombrar la soga en casa del cuchillo de palo… ¡pues no!. Porque “The Office” es una serie tan desternillante, que cualquier parado de corta, media o larga duración que se decida a verla, olvidará durante la media hora que dura cada capitulo todos sus problemas, agradeciendo no estar trabajando en un lugar con un jefe como el que protagoniza la serie.

Y es que la serie es Michael Scott, un jefe inverosímil por donde lo cojas, torpe, demencial, incompetente, el sempiterno responsable de turno apayasado que se pasa el día haciendo bromas sin gracia; machista, vago, fanfarrón, idiotizado, y un innumerable sin fin de adjetivos a cada cual mas despreciativo pero mas definitorio del personaje. Durante muchos capítulos uno constantemente se pregunta cómo es posible que un engendro como él haya podido llegar a un cargo de responsabilidad, hasta que en un momento de la serie se explica el motivo y se demuestra indubitablemente: es un comercial nato, un encantador de serpientes en lo tocante a las ventas.

Junto con Michael nos encontramos a Dwight Schrute (subdirector según él, ayudante del Director según Michael), un verdadero tarado, amante de las armas, entusiasta de las artes marciales y de todo tipo de estramboticidades… un pelota indómito que vive para servir al jefe a toda costa, y que es el mas claro ejemplo del tipo que, en la realidad, el día menos pensado entraría en la oficina y se liaría a tiros con todo el personal, pero que en la serie da mucho juego porque es un títere con corazón de fantoche, muy entrañable.

Hay que reseñar también a Jim y a Pam, el es un comercial guaperillas, encantador, gracioso… ella es la recepcionista, requetemonísima, simpática, con buenas curvas. Una vez puestos sobre la mesas estos epítetos, ni que decir tiene que la Tensión Sexual No Resuelta corre a cargo de ellos dos a lo largo de toda la serie, a pesar de todas las vicisitudes que ocurren entre ambos (sobre todo el insignificante hecho de que ella esté prometida con su novio de toda la vida).

Personajes a parte, “The Office” es una comedia fabulosa, no has terminado de ver un capitulo y ya estas deseando ver que despropósito llevarán a cabo en el siguiente entre todos los miembros de la oficina.

¿Qué cual es mi recomendación? Que os dejéis de mierdas, y os pongáis a ver la serie rápidamente, porque febrero pasa volando, tiene muy pocos días, y ya lo dijo Friedrich Nietzsche: “Febrerito, Febrerín, el mas corto…¡y el más ruin!”. A ver si os va a pillar el toro.

Ivan Casquete

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