Luna azul

In moonlight black boys look blue. A la luz de la luna los chicos negros parecen azules, o tristes si pensamos en el doble significado de la palabra blue en inglés. Ese es el título del texto de Tarell Alvin McCraney en el que se basa Moonlight, de Barry Jenkins.

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La película cuenta la historia de Chiron, un chico negro de un barrio pobre de Miami, a lo largo de los años de su vida en los que descubre y asume que es gay. Habitualmente pienso que el color de piel o sexualidad de un personaje no lo define necesariamente, pero en esta historia es fundamental. Chiron se mueve en un mundo en el cual el pez grande se come al pequeño, y cualquier signo de debilidad puede ser fatal. Justamente su apodo de niño es Little, pequeño. También es el título de la primera de las tres partes de la historia de Chiron como niño, adolescente y adulto (no estoy desvelando más que la imagen del póster).

Para el que quiera acercarse a ver Moonlight, sugiero lo contrario a lo que hice yo. No leer muchas críticas (a excepción de este artículo, vamos a ver, que no es crítica sino opinión). Es una película que viene tan avalada por premios y nominaciones, y tan mimada y alabada por crítica, que el mayor riesgo que se corre para disfrutarla es esperar más de lo que es. Moonlight está lejos de ser una superproducción. No tiene grandes estrellas en el reparto, aunque sí actores conocidos. No es la mejor película que viste en tu vida, si bien es excelente. Pero, sobre todo, tiene algo que la hace especial, pasan los días y sigues pensando en ella.

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La fuerza de la película, a mi modo de ver, no está tanto en la historia, que si bien es muy bonita, no tiene nada que deje con la boca abierta. Sin embargo, Moonlight es una película estupenda. Tiene una belleza que excede lo meramente formal, porque no está sólo en lo que muestra, sino en la manera que conecta al espectador con la mirada de los personajes. No hablo solamente del recurso de hacer que el personaje mire a cámara, que el director utiliza de forma muy bella, sino también del uso del sonido y la fotografía y sobre todo de la precisa y acertada dirección de actores, al punto de que solamente ves personas. Destaco especialmente a Naomi Harris, como la madre de Chiron, un personaje secundario con un arco dramático hermoso. Y aunque todo el mundo y los premios se inclinan por Marhershala Ali y su conmovedor y carismático personaje Juan,  yo me quedo con André Holland y su encantador y honesto Kevin.

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Moonlight tiene una cualidad que me gusta describir como delicadeza. Es eso, una película delicada, que se mete en tu corazón sin aspavientos, sin golpes bajos. Sin regodearse en un montón de temas que están presentes y a los que podría recurrir sin ningún inconveniente. Pero es que Moonlight no es cine social, aunque denuncia. Es cine íntimo, de sentimientos, de seres humanos que buscan y que se buscan.

Leí un artículo en el que decían que Moonlight es una mezcla de In the mood for love y The wire. Aunque la comparación es un poco burda, no se aleja tanto de la verdad. Moonlight tiene esa sofisticación en los climas, ese anhelo no resuelto en los protagonistas, esa cadencia en la que parece que no pasa nada cuando pasa de todo. Y también tiene al segundo gangsta negro gay que yo recuerdo después del maravilloso Omar Little (Little… ¿Casualidad?). Pero sin lugar a dudas, Moonlight es más que la fórmula facilona de «tal cosa meets tal otra cosa». Es mucho más.

M. Inés González.